Leer | HECHOS 2.38-39
Los fracasos abundan hoy en la comunidad de la fe. Lamentablemente, es muy común encontrar creyentes que no viven como enseña la Biblia, y están perdiendo el gozo y la paz que Dios prometió. ¿Por qué razón? Porque cuando los seguidores de Cristo no reconocemos la necesidad de vivir en el Espíritu, tratamos de vivir cada día confiando en nuestras propias fuerzas.
En Pentecostés, el Espíritu de Dios vino a morar en los creyentes. Él es un regalo, que nos bendice de muchas maneras. Consideremos algunas de las cosas que Él hace. El Espíritu Santo…
- Convence de pecado a nuestros corazones para que podamos arrepentirnos y estar bien con Dios (Jn 16.8).
- Nos regenera. Somos seres nuevos, vivos en Cristo (2 Co 5.17).
- Nos sella para siempre como hijos del Todopoderoso (Ef 1.13). No tendremos que temer la pérdida de nuestra salvación.
- Enseña, guía, aconseja, y nos da poder a lo largo de la vida (Jn 14.26). Abandonados a nuestra suerte, confundimos la verdad con el engaño, pero Dios nos da claridad.
- Nos da dones y nos capacita para hacer la obra que Dios ha dispuesto para nosotros (Ef 2.10; para una lista de dones espirituales, véase también 1 Co 12).
- Da fruto por medio de nosotros (Gá 5.22, 23). Cuando somos obedientes a lo que Dios nos llama a hacer, llegamos a verlo actuar de manera poderosa.
Todos estos beneficios están disponibles para todo aquel que sigue a Jesucristo. Por desgracia, nosotros a menudo no tenemos lo anterior por querer vivir dependiendo de nuestras débiles fuerzas. La vida cristiana es ésta: Cristo viviendo su vida en y a través de nosotros por el poder del Espíritu Santo del Dios vivo.
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