Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomas, creíste;
Bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
Juan 20:29
¡Cuán difícil es creer, aun para los cristianos! Cuanto mas, para aquellos que aun no lo conocen. Dios lo sabe y es así que en La Biblia encontramos mas de un centenar de razones para creer (referencias), pero ¿Cómo no creer en Dios, si los cielos y la tierra están llenos de su plenitud y cantan Su gloria?
Meditando en estos días en nuevas amistades que aún no le han abierto las puertas de su corazón a Jesús, ni le han entregado su vida, pero que necesitan desesperadamente de Dios aunque no lo reconozcan, llegué a la conclusión de que nuestra generación está moldeada por muchos incrédulos como Tomás, quien ha pesar de haber vivido y compartido una fase de su vida con Jesús, no creía en El, como dice La Escritura; tuvo que ver sus manos cicatrizadas, sus heridas cerradas, para finalmente rendirse ante la evidencia irrefutable de la realidad espiritual y entonces declararlo Su Señor y Salvador, cuando dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!” Y el querer saber cómo tratar con estas personas y compartirles de Cristo, me inspiró este Devocional.
Existe un verdadero abismo entre las personas del mundo que no conocen a Dios y los hijos de Dios, que aunque parece imposible de cruzar, es posible a través del puente que estableció Jesucristo, como único mediador entre Dios y los hombres y gracias a ese puente, nosotros podemos alcanzar cada vez mas y mayores personas y ayudarlas.
Sé que hablar de Dios no es fácil, pues a veces creemos que necesitamos de sofisticadas filosofías o argumentos intelectuales, cuando la verdad es que la palabra esta cerca de ti, la verdad de Cristo es simple y el camino que conduce a la vida, solo tiene un nombre: Jesús. Muchas veces basta solo un abrazo para confortar al cansado; decirle “Cristo te ama” o, quiero orar por ti, por esta tu necesidad, es suficiente para que las personas conozcan, “un toque del Espíritu” y sean confortados, consolados y ayudados.
Tal vez, muchas veces te has preguntado ¿cómo hacer que otros crean en algo o alguien a quien no hemos visto y que no podemos mostrar? Juan 1:18 dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, el le ha dado a conocer.” Si creemos en Jesús, automáticamente creemos en Aquel que lo envió y lo levantó de los muertos; a Jesús tampoco nunca lo hemos visto, pero creemos en El, si podemos palpar y ver Su obra en cada uno de nosotros.
En estos días recordaba acerca de cómo yo era hace algunos años, antes de conocer a Jesucristo y puedo decir con absoluta certeza que Jesús me ha cambiado, al punto que realmente Soy otra mujer; El, cambió mi manera de pensar, de sentir y de actuar y aunque yo no sea consciente de cómo este cambio se operó, si se que es El, con su Santo Espíritu que lo hace y todos sus hijos, también podemos saberlo, de la misma manera que sabemos como usamos artefactos electrónicos y hasta dominamos técnicas avanzadas de comunicación, Internet, utilizando satélites, ciber-espacio y la electricidad, en la mayoría de los casos sin ninguna o con apenas una vaga idea de cómo funcionan.
El punto aquí es que tenemos que rendirnos ante la evidencia de la realidad espiritual, como lo hizo Tomas, aunque no podamos ver físicamente que Jesús está a nuestro lado, que nos ama y que quiere llevarnos a una medida de seres humanos excelentes y superiores, justo como lo es El. Cuando tú observas quien eras antes de Jesús y quien eres ahora, es fácil de imaginar quien vas a llegar a ser… Mientras el mundo se esfuerza en fortalecer su fuerza, su poder, su economía y los sentidos físicos para fortalecer seres humanos, usando factores externos, nosotros debemos esforzamos en mostrar un testimonio de lo que Cristo hace en nosotros, en ver como es que ese maravilloso poder del Dios invisible opera en nosotros, en sentido contrario, desafiando las leyes y a los escépticos, trabajando desde adentro y hacia fuera, del interior al exterior, es decir de que a pesar de que el cambio es interior y no lo podemos ver ni mostrar, si se ve, se siente, se nota, pues tu ser interior se esta renovando en Cristo y se refleja en el hombre exterior, en el carácter, en tu conducta, en tu manera de hablar, de pensar, de actuar, de amar y hasta de caminar. Podemos hacer que Cristo se refleje en nosotros como si fuéramos un espejo y que la gente comience a ver a Cristo, a través de nosotros.
No necesitamos ver a Dios para conocerlo y hablar de El, solo necesitamos ver sus obras, maravillas y prodigios y reconocerlo como único autor y consumador de nuestra vida; solo necesitamos echar un vistazo al interior de nuestro ser y constatar lo que el Señor esta haciendo y entender que esta con nosotros y en nosotros, aunque no lo podamos ver, de la misma forma que no podemos ver la Ley de La Gravedad, pero sabemos que existe porque experimentamos sus efectos y de hecho, como afecta a todo lo que existe en la tierra y en el cosmos, manteniéndolo en perfecto equilibrio, creando el movimiento y el tiempo, al que tampoco podemos ver, pero que sabemos que existe porque hemos experimentado un pasado y un presente y sabemos que siempre habrá un mañana.
Dios existe y aunque no lo podemos ver, si podemos ver sus obras, su creación, las leyes que sustentan este universo y a otras personas que han hecho el cambio, incluso a ti mismo. Todas estas obras y hechos, son testimonios que hablan de quien nos creo, nos sustenta de su mano derecha y está restaurando nuestra mente y nuestro corazón.
Cuando hablemos de Dios, hablemos de sus obras, maravillas y prodigios, hablemos del Dios de Moisés, que abrió el mar en dos para que su pueblo pasara, lejos de la opresión del Faraón; que sustentó su pueblo por 40 años, sin que les faltara el alimento, sin que sus ropas se envejecieran; el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que formó una nación grande y poderosa a pesar de ser la mas pequeña de todas y que sustenta con su mano; al Dios de José, de Daniel, de Nabucodonosor, de Elías, de Isaías y todos los profetas, y al Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo; habla de ti, de lo Jesús ha hecho en tu vida, en tu familia; los milagros existen para quien los espera y cree en ellos y suceden todos los días. No recuerdo en este momento quien lo dijo, pero es muy cierto: “Esperar un milagro, hace que sucede. Espera un milagro”.
Jesucristo, ya creó el puente que nos separaba de Dios cuando éramos pecadores y gracias a El, hemos cruzado ese puente que lleva de la muerte a la vida y de las tinieblas a la luz, y de la desesperación y la desesperanza a la paz y a la esperanza, que tenemos en Cristo, nuestro Señor y Salvador; ahora movámonos un poquito y tengamos compasión de aquellos que están al otro lado, en el mundo y que necesitan también del amor y la misericordia de Dios.
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová; y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mi no fue formado dios, ni lo será después de mi.
Yo, yo Jehová, y fuera de mi no hay quien salve”.
Isaías 43:10-11
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